El miedo atenaza al que lo tiene paralizándole al verse desbordado por los posibles peligros que le rodean. Qué duda cabe que la energía nuclear suministra un ejemplo, y una puesta en práctica, paradigmática en nuestros días. La amenaza de catástrofes hace que la población se deje llevar por los expertos ( médicos, científicos, organizaciones varias y sindicatos) que son quienes van a gestionar lo nuclear, dándose la fatal coincidencia que dichos gestores son partidarios del uso y abuso de lo nuclear sin remilgos.
El caso de la central de Chernobyl sirve de perfecto laboratorio para explicar lo que digo, y lo es en varios aspectos como disecciona con tino inapelable Roger Belbéoch en su « Chernoblues. De la servidumbre voluntaria a la necesidad de servidumbre / seguido de La sociedad nuclear», editado en colaboración por Pepitas de calabaza y El Salmón, a finales del año pasado. El autor ( 1928-2011) es un indiscutible experto en la aceleración de partículas y en las radiaciones ionizantes, además de un ser comprometido en la lucha contra la energía nuclear y en el desvelar los engaños que siempre le han acompañado desde su comienzo.
Son varios los aspectos que se entrelazan a la hora de gestionar la catástrofe nuclear, no en potencia sino en acto con el ejemplo suministrado por en abril de 1986 con el escape al por mayor de la central de Chernóbyl. Por una parte está la mentira necesaria para tratar de minimizar lo sucedido, mentiras sobre las cifras de enfermos y las causas de su enfermedad ( leucemia, cánceres de tiroides…), falsedades flagrantes que con el paso del tiempo y ante la evidencia, se retocan pelín…Quienes vierten la versión, que luego modifican en pequeñas dosis, son los expertos, tanto locales como internacionales, que minimizan el desastre, al tiempo que se convierten en detentores de la verdad sobre lo sucedido y sobre sus consecuencias. Se crea, no obstante, una tensión entre lo que se afirma quitándole hierro a la cosa, y las medidas que se quiera o no se ven en la necesidad de aplicar a cuentagotas, ya que si tales medidas de aislamiento total, con visitas de familiares prohibidas o con viajes de los locales a otros lugares, se ponen en marcha de manera radical el pánico puede surgir en la población y esto puede conducir a la exigencia de responsabilidades sobre lo sucedido. Este equilibrio entre las consecuencias reales y la medida dosificación del esclarecimiento se mantiene al tiempo que la zona es convertida en parque temático , caso propio de la sociedad del espectáculo, organizándose viajes al lugar de los hechos, banalizando así la gravedad de lo acontecido ( banalización que se acompaña de ciertas declaraciones de responsables de organismos de la energía atómica, que declaran sin sonrojo, ni temblor que aun en el caso de que accidentes del estilo al acontecido se repitiesen no serían motivo para prescindir de la energía nuclear), , beneficio que se combina con la creación, por medio de la catástrofe, de una gigantesco laboratorio no puesto en marcha de manera artificial sino sur place, que puede servir a todos los expertos que en el mundo son.
Todo lo anterior va unido , obviamente al negocio nuclear, y a sus defensores ya sean políticos, periodistas que venden y difunden los beneficios e imperiosa necesidad de la implantación de centrales nucleares, haciendo caso omiso al desastre sucedido. Toda esta batería de argumentos muestran la clara intención de evitar la posible violencia de los afectados, aplicándose medidas sanitarias que resultan más eficaces y menos descaradas que el recurso a la represión de posibles brotes de rebeldía. Las posturas que tratan de implantar cierta tranquilidad en la población se basas en la falsedad que queda en manos de los proclamados científicos que son quienes detentan la verdad, pura amén, del mismo modo que en otros tiempos ( ¿ y lugares?) la última palabra la tenía siempre el cura. La dictadura de los expertos, ante la incapacidad de comprender por parte del pueblo llano, es aceptada por éstos, guiados por el menor mal, ante su incapacidad de abordar problemas tan complejos, nada digamos acerca de hallar soluciones.
Se da así un dominio de los poseedores del conocimiento que dan argumentos a los políticos que tienen a mano el recurso de justificar lo injustificable sirviéndose de la autoridad, indiscutible, de los supuestos sabios ( por supuesto, neutrales y limpios de polvo y paja). En consecuencia , de da una tendencia a dejar en mano de los expertos, y sus epígonos, la versión oficial, las políticas y soluciones a aplicar , guiada por la necesidad de mantener cierta tranquilidad que deje vivir a los ciudadanos, ya que sabido es que la inseguridad origina neurosis. Ahí es donde Roger Belbéoch sitúa el paso de la servidumbre voluntaria a la necesidad de servidumbre, en este clarificador texto que suministra datos, cifras y diferentes declaraciones y proclamas lo que hace que lo expresado resulte de una trasparencia brutal. Pueden1 verse igualmente las críticas que se vertieron acerca del tratamiento del desastre por parte de las autoridades soviéticas con el uso de voluntarios (?) que con sus helicópteros se encargaban de arrojaban arena , boro y plomo, para contrarrestar los efectos de la radiación y la contaminación , sin obviar las cifras de voluntarios ( liquidadores ) afectados a la corta o a la larga; a éstos , aun siendo conscientes del peligro que corrían, se les mentía acerca de la gravedad de la operación en la que participaban dichos bomberos acercándose al área más peligrosa…se da cuenta también del caso de científicos que al denunciar la real gravedad de lo sucedido eran detenidos y enviados a la cárcel por sus posturas calificadas de catastrofistas que no hacían más que desmoralizar a la gente sembrando el descontento…
A lo largo del detallado análisis de los aspectos que he traído a colación, y muchos más, se puede extraer ciertas constantes del mecanismo puesto en pie que traza la unión entre ciencia, política y el autoritarismo que se erige en algo esencial para hacer que las cosas funcionen ordenadamente dentro , claro está, del orden establecido.
Si el primero de los ensayos presentados concluye con dos apéndices: uno técnico que explican la utilización del yodo, como tranquilizantes contra la angustia nuclear; el otro , presentando el caso de Bandajevsky, científico represaliado por decir la verdad, el segundo de los ensayos La sociedad nuclear, expone las características que se imponen para que una sociedad basada en el uso, militar y civil, de tal energía, funcione para lo que se hace imprescindible el poder absoluto de una tecnoburocracia. Me conformaré en transcribir los nueve puntos en que se sostiene la explicación del dispositivo puesto en marcha en este tipo de sociedades: 1) Los recelos del mundo industrial. El Estado, promotor de la energía nuclear; 2) Los peligros de la industria nuclear; 3) Vivir con las catástrofes; 4) La explotación del futuro; 5) El riesgo tecnológico grave y la gestión social de la crisis nucleares; 6) La comunicación y el control de la información; 7) El miedo, freno o motor de la sociedad nuclear; 8) El final de la utopía y el ecofascismo, y 9) La desaparición del individuo.
El mero enunciado de dicho puntos aclara lo expuesto que obviamente aclara mucho más convirtiéndose en un conjunto de dardos lanzados de manera argumentada contra las consecuencias políticas que conlleva esta fase de desarrollo industrial.